«El 22 de mayo de 2022 vivimos un día de los que hacen creer que es posible un fútbol noble, limpio y de unión entre aficiones», asegura Maitane Casasús, Secretaria de la Federación de Peñas Osasunistas-Beti Gorriak.
«Osasuna jugaba contra el Mallorca, quienes debían sacar un buen resultado para salvarse de bajar a segunda división. La Federación de Peñas Osasunistas-Beti Gorriak recibimos con los brazos abiertos a la Unión de Peñas Mallorquinistas, gente extraordinaria que venía a animar a su equipo, a darle el último empujón para conseguir la ansiada salvación».
El día comenzó en el casco viejo de Pamplona, donde Benjamín Rekarte, presidente de la Federación de Peñas Osasunistas, fue un anfitrión y guía extraordinario, explicando cada rincón de la ciudad, así como el recorrido del encierro habitual. «Pudimos ver sus caras de admiración por nuestras fiestas, nuestra cultura, lo cual nos llenó enormemente», comenta Maitane.
«Por otro lado, pudimos comprobar el gran esfuerzo que estaban realizando por seguir a su equipo. Llevaban toda la noche sin dormir y les quedaba todo un día por delante en el que las emociones estarían a flor de piel. Sin embargo, sacaron fuerzas para vivir cada instante de un día que no olvidarían».
Posteriormente, las aficiones se desplazaron hasta el Txoko del Sadar, donde comieron entre anécdotas, risas y brindis, disfrutando de la unión entre aficiones, la parte más bonita del fútbol. Así mismo, la Unión de peñas Mallorquinistas le entregó a la familia osasunista una placa agradeciendo el trato recibido.
«Los nervios eran evidentes, era un día importante en el que se cierra el estómago y el corazón late a una velocidad desmedida. La incertidumbre de saber el futuro de tu equipo, tus colores, tu sentir junto a amigos y familia con los que compartes un sentimiento que llevas muy dentro».
Los aledaños del Sadar comenzaron a llenarse de mallorquinistas, mirases dónde mirases, allí estaban. Todos de rojo, tanto rojillos como bermellones se fundían bajo un mismo color. Con respeto, ambas aficiones se preparaban para vivir el último partido de la temporada.
Los autobuses de los equipos estaban a punto de llegar al Sadar y no había tiempo que perder, era importante que los jugadores sintieran el aliento de su afición. Los rojillos querían despedir como se merece a Oier Sanjurjo, su eterno capitán. Por otro lado, los aficionados del Mallorca querían dar fuerza y ánimos a sus jugadores para lograr la ansiada salvación.
Maitane recuerda con emoción los momentos previos al encuentro: «Quedaba una hora para comenzar el partido, momento de despedirnos de nuestros amigos mallorquinistas a los cuales deseábamos toda la suerte del mundo. Sabíamos lo que estaban sintiendo en esos instantes, ya que somos expertos en estas situaciones. Se nos vinieron a la mente los nervios y la angustia que vivimos en Sabadell cuando nos salvamos en el último minuto de la desaparición. Momentos que sólo pueden comprender los que han pasado por la misma experiencia, ya que las emociones que se sienten son únicas e irrepetibles».
El partido comenzó y el Osasuna había llegado al encuentro con los deberes hechos. Sin embargo, se vivía tensión en la grada rojilla, muchos aficionados querían que se salvase el Cádiz por el buen ambiente vivido años anteriores en tierras gaditanas. Incluso, se podían ver camisetas y bufandas del Cádiz, dejando claro qué equipo querían que se salvase.
En la primera parte no hubo goles en ninguno de los encuentros en los que se estaba jugando la salvación, por lo que, en aquel momento, descendía el Cádiz. Al comienzo de la segunda parte marcaba el Mallorca, gol que cayó como un jarro de agua fría para muchos rojillos.
El partido llegó a su fin. «Se acababa una temporada en la que habíamos acumulado muchos recuerdos y experiencias vividas junto a nuestra familia rojilla. El Mallorca estaba salvado, su afición enloquecía entre abrazos y cánticos, liberando toda la tensión acumulada. Pero la alegría era doble ya que el Cádiz también había conseguido salvarse. Sin embargo, el Granada bajaba a segunda, equipo al que deseamos que suba a primera la próxima temporada».
Era el momento de despedir como se merecía a Oier, un capitán de leyenda. Todo el campo se puso de pie, coreando al unísono su nombre. Fue entonces cuando salieron a relucir las emociones de la afición rojilla al ver como nuestro capitán daba la vuelta al ruedo, emocionado, recordando cada uno de los momentos vividos con su equipo y sus colores.
«Salimos del estadio con nostalgia ya que nos despedíamos hasta la temporada que viene, sin saber qué nos deparará. Tanto para lo bueno como para lo malo estaremos preparados para animar y seguir a nuestro equipo hasta quedarnos sin aliento», asegura Maitane.
«Entonces llegó el momento de volvernos a encontrar. Primero nos reunimos los rojillos para comentar el partido y hacer tiempo para abrazar y dar la enhorabuena a nuestros amigos bermellones. Los aficionados del Mallorca comenzaron a salir del estadio y los vimos exhaustos, pero con éxtasis de alegría y con ganas de gritar al mundo que eran de primera».
Maitane afirma que estaban impacientes por abrazar a sus amigos. «Por fin los vimos salir y nos fundimos en un enorme abrazo con ellos, dándoles la enhorabuena y uniendo sentimientos de dos aficiones que siempre recordarán ese momento. Acabamos cantando y bailando con la afición del Mallorca, contagiándonos de su alegría. No hay cosa más bonita que compartir las emociones que nos ofrece el fútbol».
«El día de hoy me abruman los recuerdos de lo vivido ayer, emociones que sólo se viven en un estadio de fútbol. En muchas ocasiones me preguntan: ‘¿qué te aporta ser tan aficionada al fútbol?’. Hoy puedo contestarles con rotundidad: ser rojilla me permite conocer gente maravillosa con la que puedo compartir experiencias y sentimientos inolvidables que rompen fronteras geográficas y culturales. Todos unidos por una misma pasión. Sólo entiende mi locura quien comparte mi pasión», Maitane Casasús.